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Del liderazgo en la 4T

  • Foto del escritor: R4T
    R4T
  • 29 may 2020
  • 4 Min. de lectura

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Bernardo Cortés Márquez

Desde hace tiempo ciertos intelectuales (al estilo de E. Krauze) han tendido usar el término "mesianismo" para referirse al fenómeno del liderazgo político en latinoamérica de manera despectiva, concretamente a la figura de AMLO. Con esta connotación pretenden ridiculizar el surgimiento de figuras populares que comprenden el ejercicio del poder político bajo el carácter de servicio a las clases más desfavorecidas del pueblo. Para los intelectuales del conservadurismo neoliberal estas personalidades no son más que expresión de “desplantes mesiánicos”, es decir, de sujetos con la actitud “arcaica” de presentarse como el “mesías”, una persona casi divina que vendrá a salvar a la humanidad, en este caso a una nación. Aquí se quiere deslegitimar de manera superficial los liderazgos populares mediante su comprensión como un fenómeno de tintes religiosos que debería quedar desacreditado en tiempos de la política moderna. 


Sin embargo, en lo que no han profundizado aquellos que en todo momento quieren descalificar la figura del liderazgo bajo los términos como los de “mesianismo tropical”, del libertador con tintes religiosos o el Pastor de la congregación política, es en que el mesianismo es una noción y de las más acertadas para uno de los elementos fundamentales de la materialidad de la política. Consideramos esta categoría, la de mesianismo, de manera no despectiva, pues un estudioso atento de la historia mundial se podrá dar cuenta de su importancia que tuvo en el ambiente político de la Palestina del siglo I y que posteriormente tendrá repercusiones en otras latitudes y épocas [1]. Esta noción en el mundo antiguo fue siempre una categoría política y anti-imperial en torno a la cual se estableció un horizonte de antagonismo contra el Imperio Romano. Como en la antigüedad no existía distinción entre un ámbito denominado “religioso” y uno político, sino que lo que hoy entendemos como religión era precisamente el ordenamiento estatal de los pueblos y naciones, el mesianismo se constituyó como uno de los imaginarios más potentes de resistencia y liberación contra la opresión y la dominación del imperio.


Ahora bien, lo que esta noción guarda es el uno de los elementos fundamentales de la política: el liderazgo popular a favor de los oprimidos y excluidos. Lo que los intelectuales neoliberales piensan en el fondo cuando intentar deslegitimar la figura de López Obrador caracterizándola con adjetivos tenidos por religiosos, es que debe eliminarse de la política el liderazgo mismo junto con todos elementos populares. El liderazgo que está en cuestión no es cualquier liderazgo, como el que se construye artificiosamente mediante la publicidad superflua, sino un tipo de liderazgo muy particular: aquel que se va construyendo desde la material de las relaciones populares y sus luchas, diríamos que éste es el liderazgo auténtico. De este liderazgo popular que encarna esta composición real y material de ciertas exigencias populares, como de cierta manera ha planteado el gran Ernesto Laclau [2], especialmente de los sectores más oprimidos, es ejemplo el actual conductor de la cuarta transformación.


¿Qué aspectos caracterizan a este tipo de liderazgo popular? En primer lugar podemos mencionar la dimensión ética que este liderazgo vuelve a poner en el ámbito político. Una subjetividad con vocación política que ha construido su autoridad conduciéndose bajo principios como la no corrupción, con una fuerte convicción de servicio al pueblo y, sobre todo, de colocar a los más desprotegidos como el principal sector a atender desde el gobierno. En segundo lugar, otra característica importante es la conformación histórica de su autoridad política, y que va adjunta a su carácter ético de su persona, que se fue conformando a través de la lucha popular en su estado natal y posteriormente en otros ejercicios de administración pública donde se fue desplegando su ministerio, en el cual se expresaba su posición con el pueblo de los oprimidos. Es decir, tenemos una larga trayectoria de coherencia y compromiso. Otro aspecto que vale la pena indicar a partir de los elementos referidos arriba es que este liderazgo no corresponde a la clásica caracterización del “líder carismático” realizada por el sociólogo alemán Max Weber[3]. Se trata de una nueva serie de elementos los que van construyendo el liderazgo popular, que no puede empezar a conformarse sino mediante el reconocimiento, por parte del pueblo, de su trayectoria histórica de militancia, de praxis ética y política, que en última instancia es quien puede otorgar el respaldo a una figura particular.


Por ultimo distinguimos de este liderazgo, que no puede comprenderse como una mera persona individual, sino como una singularidad que funge como depositario de una voluntad popular, como catalizador de ciertas exigencias populares construidas y condensadas de manera general hacia el bien común, y que en su función de liderazgo no puede aislarse de dicha colectividad. Es un sujeto-común o colectivo que ya no se pertenece como singularidad en el despliegue de su función.


No se trata, desde luego, de pintarnos un retrato ideal del liderazgo de AMLO para rendir una especie de culto, sino de reconocer diversas particularidades por las cuales un amplio sector de la sociedad se siente reflejado e incluido en sus reivindicaciones, pues de los sectores populares él las ha adoptado de manera auténtica y comprometida dentro las posibilidades que un liderazgo concreto y realista puede realizar.


La comprensión de este particular liderazgo es fundamental para comprender su papel dentro de un proceso de transformación, que totalmente implica la toma y la construcción de una nueva composición y relación de las instituciones y el gobierno con la sociedad, con el pueblo. En este sentido, ¿la transformación del Estado y las instituciones, es posible sin esta función del liderazgo que hace incisivo en su materialidad a un movimiento? ¿Puede surgir y desplegarse de manera efectiva un movimiento de transformación sin dicha función? ¿Acaso la forma partido-movimiento de MORENA es sólo posible a través de la bisagra del liderazgo? Estas y otras preguntas son prudentes para pesar el proceso de esta cuarta transformación permanentemente en curso.

[1] Sobre la cuestión puede consultarse Dussel, E., Política de la Liberación. Historia mundial y crítica, Trotta, Madrid, 2007. [2] Una de las obras que ha marcado de manera profunda la comprensión del liderazgo y de la política emancipadora y con la que los pensadores que nos interesamos en este tema estaremos siempre en deuda, es La razón populista (E. Laclau, La razón populista, FCE, Buenos Aires, 2010.) En otra escuela de pensamiento, la de la filosofía de la liberación E. Dussel, se ha continuado el planteando del tema del liderazgo desde otras perspectivas que próximamente aparecerán en su Política de la liberación III.

[3] Véase Weber, Max, El político y el científico, Alianza Editorial, Madrid, 1979.

 
 
 

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