CORONA DE FUEGO Avatares de la transformación (2a. de 8)
- R4T
- 12 ago 2020
- 8 Min. de lectura

Por Miguel Rendón Macossay (@miguecoop)
2. Diagnósticos y visiones del cambio
El diagnóstico general de cómo llegamos a esta situación coincide ampliamente, pero también adolece de puntos ciegos. Ante un hecho social total que afecta todos los campos y mundos de la vida humana a escala planetaria, este desastre se vino anunciando (advirtiendo) insistentemente por varios medios: desde películas, videos virales en internet, informes gubernamentales, hasta creencias apocalípticas milenarias. Si era algo más previsto incluso que incluso muchos acontecimientos históricos que cambiaron el mundo, es razonable preguntarse por qué no se hizo nada para evitarlo o mitigarlo (4). De entrada, el origen y las causas inmediatas de la pandemia no se han interpretado ideológicamente. Fue probablemente propagado desde un mercado de animales silvestres en Wuhan, China, hacia todo el resto del mundo a través de los viajes regionales e internacionales de personas infectadas. La globalización es un hecho consumado que nadie quiere retroceder. Pero hay dos industrias especialmente relevantes en esta coyuntura que deberíamos cuestionar más profundamente. Una de esas industrias es el turismo masificado. Los viajes intercontinentales es algo a lo que ni los más concientizados ciudadanos, que pueden permitírselos, quisieran renunciar. La industria turística global, incluyendo a las aerolíneas, el medio de transporte más contaminante (entre otros que también dependen del consumo de combustibles fósiles) ha sido el vehículo de transmisión. La otra industria relevante es la industria cárnica, como parte de un modelo agroalimentario que también cobra su cuota de destrucción. El consumo de animales silvestres nos parece aberrante, pero considerar su prohibición como la solución al riesgo de que algunos virus salten de especies salvajes al humano es una visión incompleta, y no parece recordar que en esos saltos hay otro animal intermedio con el que estamos más familiarizados: los animales domésticos. La gripe aviar, la gripe porcina y el MERS en los camellos nos cuestiona sobre la relación que tenemos con nuestro consumo de carne, el uso que damos a otras especies animales y la forma industrializada en la que se producen y comercializan como simples mercancías. Esto nos conduce a recordar el reciente desastre de los incendios forestales del amazonas, provocados por la presión de la enorme demanda de carne de una parte de la humanidad actual. La quema de bosque para el uso agrícola de la tierra nos lleva también a otra de las causas del cambio climático, liberando gases efecto invernadero al mismo tiempo que merma la capacidad de la biomasa total para recapturarlos; esto, junto con la quema de combustibles para transporte y obtención de energía son las dos piernas del calentamiento global. Este avance de los humanos adentrándose a las selvas sigue aumentando el riesgo del contacto con nuevos virus y su potencial efecto pandémico. Estos nuevos virus se suman a otras epidemias ya presentes para aumentar su efecto mortal: hipertensión, diabetes, obesidad. Todas estas enfermedades derivadas del sistema alimentario global y el exceso hiperestimulado por la publicidad, el marketing. El motor del consumismo, la obsesiva manía de vender para acumular dinero.
Con el fin de acumular más y más, el neoliberalismo ha servido para que la industria financiera imponga su ley alrededor del mundo. Vivimos la heteronomía de los banqueros, la dictadura del dinero. Podría no haber sido tan desastrosa la pandemia si los sistemas sanitarios nacionales hubiesen estado preparados. Décadas de desmantelamiento y austeridad hicieron las condiciones tan peligrosas que vivimos. En parte por ello la principal preocupación de los gobiernos es aplanar la curva, no evitar muertes, de manera que no se rebase la capacidad sanitaria de atender a los enfermos, ya que con ello se exhibiría groseramente la matanza que ha provocado el gobierno de los intereses particulares. Aquí los gobiernos, bancos y organismos internacionales financieros y políticos tienen que responder por las consecuencias de sus actos premeditados e instigados cansinamente durante tanto tiempo, pero también la academia y los medios de comunicación que difundieron e impusieron las trampas del neoliberalismo. No solamente por este desastre, sino por todos los acumulados hasta ahora y que es imposible enumerar brevemente. Como se escribió desde la Red de Economía Solidaria de Cataluña (XES), esta destrucción no cayó del cielo, vino del capitalismo (5).
Para completar el diagnóstico sistémico, no se puede ignorar ciertos aspectos adicionales. Otras vertientes de la violencia estructural son el racismo y el patriarcado, origen de opresiones y muertes que se expresan ostentosamente en la plaga de la explotación sexual y laboral, el feminicidio, la masacre por acción u omisión de migrantes, la explotación y despojo de los pueblos originarios, la desigualdad y la economía parásita persistente en la relaciones coloniales entre pueblos perpetuadas desde el colonialismo (extractivismo y dependencia). Ni el racismo ni el sexismo son inventos del capitalismo, pero como sistema social histórico, se ha aprovechado y reelaborado tales creencias para incorporarlas en la construcción de la propia subjetividad de sus individuos. Subjetividad que en última instancia es el soporte de la hegemonía sistémica. Sabemos evidentemente que no existe en la naturaleza biológica, genética del ser humano, bases para sostener la existencia de las razas, pero se ha usado esta creencia tribal, primitiva, para dar origen a las clases sociales en las civilizaciones avanzadas. Se utilizaron las diferencias de pigmentación y variedad de rasgos, así como la diferenciación sexual para levantar una jerarquía de poder y dominación parasitaria de unas personas sobre otras.
El capitalismo tiene tres claves encadenadas consecutivamente: el despojo, la propiedad privada, y la acumulación. Los capitalistas, aun con motivaciones psicológicas variables, tienen explícitamente un objetivo antisocial (no socializante) y tautológico, la acumulación de poder objetivado, fetichizado, en forma simbólica de dinero: acumular dinero para acumular más dinero. Para ello es necesaria y fundamental la propiedad privada, sin la cual no podría existir acumulación. Esta propiedad privada es el sacrosanto valor a proteger por los Estados, forma jurídico social que se plasma e impone en el desarrollo del capitalismo histórico en su actual forma de Estado-nación-fiscal-burgués-de-derecho (6). Los Estados son los perros guardianes del sistema. Algunos reformistas y revolucionarios pensaron e intentaron tomar el poder del Estado para cambiar el mundo, pero una vez en el poder han fracasado hasta la fecha, obviamente, al pretender imposiblemente separar las dos caras de una misma moneda: el cambio político del cambio económico. Para que haya propiedad privada tuvo que haber y continuar un proceso de cosificación/mercantilización de todo lo material y avanzar hasta la propia mecantilización de lo no material, la mercatilización de todas las cosas (7). Así, la propiedad de los factores de producción económica, la tierra (poseída por despojo ancestral e histórico), el trabajo, y el capital pasan a ser posesión. De la propiedad privada (despojo) de los frutos del trabajo -el valor que genera el trabajador- se bifurcan las dos clases sociales prevalecientes: los que acumulan, y los que subsisten. En las últimas décadas hemos visto avanzar la mercantilización y privatización del agua, el espectro radioeléctrico, el espacio exterior, el código genético de los seres vivos (con los organismos genéticamente modificados), y de última generación, los datos y la información generada por todas las personas simplemente por existir y moverse.
El capitalismo no es solamente un modo de producción limitado en el tiempo y el espacio. Es la constante fabricación y operación de una subjetividad sobre el mundo basada en el individualismo egoísta. Por ello es tan importante también cuestionar la educación actual, regida por el Estado, pero dirigida por los intereses corporativos. El ideal pedagógico de los sistemas educativos contemporáneos alrededor del mundo es, por base, formar un trabajador dócil, sin capacidades críticas, que maneje herramientas pero que carezca de creatividad e iniciativa, para realizar el trabajo necesario para producir valor; por lo alto el ideal es, clasísticamente, un puñado de líderes con la ambición y competitividad precisas para dirigir o coadyuvar en el proceso global de acumulación. El currículum oculto es el autoritarismo. En las últimas décadas también sobresalen los esfuerzos de las empresas tecnológicas, de información y telecomunicaciones, para apropiarse del mercado educativo, y con la actual pandemia, del mercado del teletrabajo. Son las vencedoras en la era del capitalismo digital.
La cansada frase de que las crisis son momentos de oportunidad enmarca ahora una disputa por el futuro sistémico. Por una parte, las élites y los poderes fácticos corporativos y oligárquicos están urgidos por volver a la normalidad, al régimen de mercantilización-privatización-acumulación. Esa disputa tiene que hacerse protagónica desde los movimientos sociales para desmercantilizar-socializar-distribuir. Las economías transformadoras tienen que disputar al capitalismo el rumbo de la humanidad, porque es muy probable que aquel nos lleve al abismo, es parte de su inevitable devenir: la creciente deshumanización. Este momento de choque ya está siendo aprovechado por los cabilderos del capital para continuar su agenda privatizadora y la enorme transferencia de recursos públicos a manos privadas, como advierte Naomi Klein sobre la finalidad del shock (8).
Todos han sido advertidos que esa normalidad no será posible, que hay una nueva normalidad: la normalización del autoritarismo, del Estado policial vigilante de la mano de las corporaciones tecnológicas y el fin de los derechos fundamentales. Byung-Chul Han considera esta coyuntura como el cruce definitivo entre la hegemonía emergente de China con la decadencia de Estados Unidos y la aceptación ciudadana del Big brother tecnológico. En el mismo sentido Giorgio Agamben actualiza las conceptualizaciones foucaultianas de biopolítica, biopoder, necropolítica (9). Ambos pensadores resaltan la insólita renuncia a las libertades básicas de las sociedades occidentales, a ser vigilados, controlados y castigados en aras de la seguridad sanitaria, como segunda etapa complementaria de la seguridad nacional, probable culminación de un orden mundial iniciado tras el ataque a las torres gemelas el 11 de Septiembre de 2001. El terrorismo y los virus han sido los dos pretextos para fortalecer el autoritarismo del Estado, desviando la atención de sus sospechosas omisiones en cuanto a prevención y errores de diagnóstico social e histórico. La clase política, incluso en su incompetencia, ha salido fortalecida por la aparente necesidad de tener un estado fuerte y políticos que lo conduzcan para encarar las crisis sanitarias que – ya nos han advertido – están por venir cada cierto tiempo.
El anacrónico debate del liberalismo entre mayor o menor participación del Estado en la economía es una ociosidad. La ingenuidad (que suena a broma) de Žižek al comparar el giro proteccionista, keynesiano, con la llegada inexorable del comunismo como régimen político no nos debe engañar (10). Lo constante es el intento estatal por legitimar el monopolio de la violencia y la justicia, en la que se prevarica cuando es necesario para garantizar el proceso de acumulación. Como apunta Wallerstein, la regla es la socialización de las pérdidas o la privatización de las ganancias, como un péndulo correlativo con las crisis cíclicas del capitalismo. Cuando hay crecimiento global hay privatizaciones, y cuando hay crisis global, comienza el ciclo de los rescates de las industrias, como ahora. La pauperización global real pretende ser contrarrestada paliativamente ya sea con Estados de bienestar, que mucho copian del socialismo de Estado, o con la nueva y distractora tendencia del capitalismo “humano”: las empresas sociales, que mucho copian del cooperativismo y la economía solidaria, y que son un llamado a salvar al capitalismo profundizando en él, mercantilizando la pobreza, la necesidad social y los pobres, para abrir nuevos mercados e incorporar a los marginados a la carrera de ratas, que es como algunos maestros bestseller capitalistas suelen referirse al juego competitivo (11) que es luchar por la subsistencia proletaria, la lucha por la supervivencia de aquellos que no poseen nada para vender mas que su fuerza de trabajo. La renta básica universal es una de las nuevas y más fuertes tendencias con la intención de subsanar el capitalismo. Es excluyente de inmigrantes sin papeles, y proyectada analgésicamente para hacer un digno consumidor de aquellos que están en los márgenes de los mercados de trabajo, pero que lleva el potencial de destrozar la emergencia de nuevas luchas y economías alternativas. Renta básica, sí, puede ser útil y necesaria, pero incluyente y con una educación transformadora y liberadora.
NOTAS
(4) Ramonet, I. Ante lo desconocido...La pandemia y el sistema-mundo. Le Monde Diplomatique. Disponible en: https://mondiplo.com/la-pandemia-y-el-sistema-mundo Consulta: 1 Mayo 2020
(5) Xarxa d’Economia Solidaria de Catalunya (2020) El capitalisme no cau del cel. Barcelona. XES. Disponible en:https://xes.cat/2020/03/13/el-coronavirus-no-cau-del-cel-sino-del-capitalisme/ 2 Mayo 2020
(6) Habermas, J. (1981) Historia y crítica de la opinión pública. Barcelona. Gustavo Gili
(7) Wallerstein, I. (2012) El capitalismo histórico. Ciudad de México. Siglo XXI. Y (2004) Capitalismo histórico y los movimientos antisistémicos. Madrid. Akal
(8) Klein, N. (2012) La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Barcelona. Planeta
(9) Han, B. “Covid-19 has reduced us to a "society of survival"” (Sigüenza y Rebollo, EFE-EPA, 12 Mayo 2020) en: https://www.efe.com/efe/english/destacada/byung-chul-han-covid-19-has-reduced-us-to-a-society-of-survival/50000261-4244328
Agamben, G. “Nuove riflessioni” Quodlibet, 22 de Abril 2020 en: https://www.quodlibet.it/giorgio-agamben-nuove-riflessioni
(10) Žižek, S. (2020) Pandemia. Barcelona. Anagrama
(11) Kiyosaki (2016) Padre rico, padre pobre. Barcelona. De Bolsillo
Foto: Israel Alatorre: búscalo en Flirk.
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