Morena, una cuestión de gravedad
- R4T
- 16 may 2020
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Por Germán García Hidalgo

La gravedad es la fuerza de atracción que ejerce un cuerpo -debido a su masa- sobre los demás. Para cualquiera de nosotros, parados sobre la faz de la tierra, hablar de gravedad nos da la noción de un arriba y un abajo, un peso específico, un desplome si no hay sostén o una fuerza opuesta al movimiento ascendente.
En Morena existe una situación de gravedad.
Si consideramos que los militantes de Morena –como yo pienso que debe ser- están todos a la misma altura, la gravedad no sería tal. Pero como no es así, esa fuerza ejerce, para bien y para mal, todos sus efectos.
LA CUCHARA GRANDE. Dentro de Morena hay clases (y no para aprender). Unos están en la capa superior, son una casta que tiene sus propias interacciones internas, ocultas, donde la gravedad lo explica todo. Una vez arriba, nadie quiere caer. Ahí se vale de todo, alianzas para subir más, traiciones para hacer bajar. Para mantenerse en ese nivel, los sapos se utilizan como vejigas flotadoras. Ingieren tantos como sea necesario. Vomitan en la intimidad. Para esta sección de militantes que vive en las alturas, solo se mira de la horizontal para arriba, nunca para abajo. Saben que hay vida más abajo y que sin piso podrían caer. Sin embargo, mientras haya donde pisar, se sienten seguros. Y si se tambalean, invierten en la cerámica clientelar para no resbalar. Cuando se ven forzados a voltear para abajo, lo hacen con un desprecio semejante al de un archiduque que se acomoda en su montura ayudado por la servidumbre, y reconocen tan valiosa colaboración generalmente en una conferencia de prensa. Se reparten los privilegios en forma de candidaturas, movidos no por el noble impulso de compartir, sino por un código de sobrevivencia en esa clase. Con los exclusivos prototipos de respetabilidad, perfeccionan su imagen hacia los demás con una mordidita al dinero público por el bien de las instituciones. En este estrato no hay remordimiento, se pueden dar giros de 180 grados como los astronautas en gravedad cero, con una destreza y elegancia de oro olímpico. No hay límites para la incongruencia, ni para el beneficio propio. Por eso los obradores son extraordinarios. Por cierto, Rafael Barajas alcanzó esas alturas por fisgón. Supo ver todo esto con ojos de suspicacia.
LA SOPERA. Los de enmedio estamos predestinados a ser la mezcla. En el sentido del cemento que pega al de arriba con el de abajo y también en el sentido de que hay de todo. Aquí encontramos a los que están en tránsito hacia arriba, siempre solícitos, afables, entregados, una chulada de militantes cuando está próximo algún proceso electoral. De convicciones férreas y aspiraciones también metálicas. Iniciando su ejercitación en discursos convincentes y maniobras discretas (sucias, no asquerosas). En este nivel los sapos están también a la mano y los privilegios son escasos, por lo que no se reparten. Más bien se la reparten por alguno. Hay también los que tienen más paciencia con el militante común. Los que se congratulan con tirios y troyanos. Los podemos ver muy comprometidos y fieles a un grupo, a veces hasta más de una semana. Es difícil saber qué andan cocinando y es fácil predecir que se les va a pasar la sal. Este nivel medio es una capa entre el hojaldre y las galletas marías. Algunos de estos compañeros, a pesar de todo, se toman en serio su papel de amortiguador y se colocan heroicamente pecho a tierra para detener los cañonazos ($) que incendian la pradera.
LOS QUE COMEN CON LOS DEDOS. Estos son los de hasta abajo. La masa, no aquella de la que hablé al principio, la que es proporcional a la fuerza de gravedad, sino la masa amorfa de la base. El contacto de los de hasta arriba con esta capa inferior se hace a través de listas, secciones y distritos, padrones y matronas. Un frío número para el recuento que da y quita: los votantes. Este grupo indefinido a pesar de ser el que nutre a la organización, es el más desnutrido. El padrón se compone principalmente de las cuadrillas que las matronas logran cebar (curiosa circunstancia de género). Este grupo es el más recorrido en los discursos y el más desatendido y el menos respetado en los hechos. Como amiba gigante, su movimiento se puede sentir el día de las asambleas, para luego caer en una especie de coma o hibernación hasta la próxima ocasión. Esta gente, a la que nos debemos todos, es la que menos caminos encuentra. Para que pueda subir se necesita un milagro porque pesa demasiado ¿Cuándo veremos otro Juárez que no se nos acede como Juárez Blancas?
La única forma de quitarle la gravedad a la situación de Morena es desmantelar el arriba y el abajo. Todos debemos vernos a los ojos de igual a igual. Así de fácil. Casi imposible ¿verdad?
Por eso somos gente de ideales.
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