PATRIARCADO. Me meto al tema con riesgo de patinar.
- R4T
- 5 jun 2020
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Germán García
Algunas estampas que nos pueden ayudar a entender el término PATRIARCADO a la luz del momento actual pueden ser:
Los médicos y las enfermeras. Las amas de casa y los jefes de familia. Las cocineras y los chefs. Las monjas y los obispos. Las putas y los padrotes. Los directores y sus secretarias. Ese es el entramado que confina y contiene a las mujeres. Las condena, las obliga, las reduce y sobre todo las somete. En esa red están atrapadas las niñas, las jóvenes y las adultas. Con esa lógica crecen los pequeños gladiadores, los jóvenes represores y los adultos explotadores. En todas esas fases de la vida, ellos ejercen sus ventajas y abusan de ser varones. Y entonces entendemos quién ha mandado en el mundo real. Roles que son una especie de destino manifiesto - en el plano individual y social- marcado por el género.
Para remontar esta situación ¿Qué papel buscamos jugar los hombres? Debemos reconocer, para partir de ahí, los privilegios que graciosamente nos concede este sistema. Debemos desmontar un aparato de estado construido sobre reglas que legitiman la discriminación e inequidad de ellas y protegen la preeminencia de ellos, sí. Pero no bastan nuevas leyes, es no tendrá un reflejo fiel en lo social si no está en concordancia con un cambio en la subjetividad de los hombres. La postura feminista tiene que lidiar a contracorriente con generaciones de seres humanos que han vivido respondiendo a una forma deficitaria de entender a la mujer. Mujeres decididas, inconformes y rebeldes brillan más por asumir ese reto monumental, para hacernos cambiar a nosotros los hombres. Ellas decidirán el tipo de abordaje, el diagnóstico y la estrategia, las etapas de lucha y las acciones pertinentes. Solo ellas, entre ellas, en primera instancia. Ya vendrá el momento de hacer acciones en colaboración y corresponsabilidad para implantar una forma igualitaria de relaciones no excluyentes, no adversas. Pero son ellas las que verán con más precisión, sin interferencia, qué hacer y cuándo hacerlo. Nosotros las tenemos que escuchar, acompañar y respaldar. Mientras no seamos llamados, debemos de hacer lo nuestro. Tenemos que luchar con nuestros fantasmas, nuestras desviaciones, nuestros prejuicios, no como un mea culpa, o no solo por eso, sino porque tenemos mucho que reflexionar, erradicar y modificar en el plano individual y en el colectivo masculino. Hacer lo necesario para develar lo que el patriarcado ha encubierto. Lavar las marcas que nos ha dejado en el alma y en el cuerpo, en la emocionalidad, en la carnalidad, en el día a día, las injustificadas ventajas de ser machos. Los hombres no somos los protagonistas en la solución de estos temas, no podemos serlo, somos victimarios, aunque suene duro. Y más vale que lo reconozcamos a tiempo. Caballerosamente se los digo. A los hombres nos ha tocado ser las sombras.
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